NOTAS AL MARGEN...

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5 de octubre de 2017

¿Heroísmo de excepción? A propósito de los eventos posteriores al temblor del 19 de septiembre de este año

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La reacción de los mexicanos (no hablo de la clase política por supuesto), ante la desgracia súbita, irónica, estrepitosa, ocasionada por el temblor del pasado 19 de septiembre, es conmovedora y edificante, también por generalizada. Lo es en verdad. Hace pensar, en efecto, en un país en el que la ayuda para quienes la necesitan no se hace esperar por parte de quienes pueden darla, además, incondicionada, y sin importar la procedencia o la forma de pensar, o la condición social o del género o de las preferencias sexuales de unos y otros. Pero también hace pensar en un país en el que cotidianamente unos rescatan a otros de la ruinosa vida en que se encuentran, del peligro inminente, vejatorio, inhumano, de la pobreza, o de la criminalidad, del machismo o del abuso de poder, o del fraude… Hace pensar, sin embargo y por lo mismo, en un país distinto, ilusorio, uno que vive nada más que en la esperanza que asoma en situaciones que son, como un temblor de estas magnitudes, excepcionales. Y esto también es necesario decirlo.
Es lamentable que, ante esa otra desgracia cotidiana, sádica, silenciosa, ocasionada no por la naturaleza, sino por la corrupción, la impunidad, la pobreza, la crisis educativa, y un largo etcétera, la respuesta no suela ser tan amplia, tan tajante, tan conmovedora ni tan edificante. Si lo fuera, tendríamos otros gobernantes, la clase política sería distinta, los «accidentes» ocurrirían con menos frecuencia, y también, por supuesto, menos edificios se derrumbarían en los temblores, por lo que habría menos víctimas, por lo que seguramente habría menos héroes claro, pero también menos políticos lucrando con la desgracia, y menos niñas inventadas para un vergonzoso y ruin reality show que, a pesar de no ocultar su naturaleza, cumplió con su objetivo.
Si fueran tantos los mexicanos que todos los días respetan las leyes de tránsito, los que no dan mordida, que no buscan alguna ventaja por debajo de la mesa, los que no marchan para impedir que otros ejerzan sus derechos (sino que lo hacen para que se respeten los derechos de todos), los que no usan el deporte como pretexto para ejercer la violencia (sea mediante los golpes o mediante los gritos), o simplemente los que no acosan a las mujeres en la calle, o respetan a los no fumadores, o a los peatones y ciclistas cuando conducen un auto… Si esos mexicanos fueran tantos como los héroes que brotan en un temblor, aquél país ilusorio estaría más cerca de volverse real. Sin duda son muchos, pero evidentemente no son los suficientes.
¿Será que ser un héroe a diario es demasiado cansado, o que las desgracias cotidianas son menores en algún sentido? ¿Será la terca costumbre? ¿Será que en realidad no nos importa? No, justo lo que muestra esta solidaridad espontánea de la gente es que sí nos importa. Sólo falta que seamos consecuentes durante más tiempo. Espero que los mexicanos no solamente nos recuperemos de esta desgracia, sino que nos dé el impulso para ejercer ese mismo heroísmo cotidianamente. ¿Qué mejor manera de honrar la memoria de las víctimas?
 

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